lunes, 16 de abril de 2012

Capítulo 1: El despertar


Recomiendo escuchar esta canción mientras lees:

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 La princesa no podía dejar de mirar aquella extraña Luna que había aparecido en el cielo con esa forma tan especial, ¿qué podía significar?

-Esto tiene que ser una mala señal...

La chica de cabellos dorados entonces volvió a observar a su hermana tirada en la hierba del patio y se dio cuenta que ambas habían visto lo mismo y que ahora estaban mirándose la una a la otra.

-Claudia... he de protegerte... a ti y a todo el reino...

Sin dar tiempo a que nada más sucediera, la princesa emprendió la carrera abandonando su habitación y salió disparada hacia la sala del trono pero cuando pasó la siguiente puerta el mundo se desvaneció y cayó en lo profundo de un sueño.

Lo único que podía ver era oscuridad y como caía sin remedio.

-¿Qué... qué ocurre?

Fue cuestión de tiempo que divisara una plataforma en medio de la nada y lentamente fue descendiendo hasta ella víctima de una extraña gravedad que la hizo darse la vuelta y caer de pie. Entonces pudo ver con más claridad la forma de la plataforma. Era un enorme dibujo de la propia princesa con una Llave espada en la mano y once retratos ensombrecidos.

-¿Qué... qué es este lugar? ¿Dónde estoy?
-El día está cada vez más lejos y más cerca.
-¡¿Quién ha hablado?!
-El día en que la puerta se abrirá.
-¡¿Qué puerta?, ¿de qué estás hablando?! ¿Quién eres...?
-Solo los Elegidos podrán detener a la Oscuridad.
-¿La... la Oscuridad?
-El reino de la luz está en peligro.
-¡¿Quién demonios está hablando?! No entiendo nada...
-Debes ser fuerte. Y no temer a la Luz. Será una gran aliada.

Tan pronto como esa voz se desvaneció una Llave espada apareció en manos de la princesa que se quedó sorprendida.

-Yo... yo no... no estoy preparada para usarla...

Pronto una gran cantidad de sombras rodearon a la princesa que no tuvo más opción que tomar una pose defensiva y luchar contra los Sincorazón. Aunque no tuvo que hacer un gran alarde de habilidad para acabar con aquellas débiles criaturas.

-Hay un gran poder oculto en ti.
-¿En mí? Si solo soy...
-La Luz será tu aliada, no temas usarla.

Tan pronto como la princesa Eleone dejó caer la mirada, una mano se posó sobre la mano con la que portaba la Llave Espada.

-¡Claudia!
-Yo estoy contigo.

La princesa entonces vio como su hermana desaparecía tan pronto como le ofrecía ese apoyo que la hizo mirar hacia delante, donde pudo divisar otras diez siluetas, seis de ellas más claras que las demás.

-¿Vosotros también?

Cada silueta tomó una postura intentando darle seguridad a la princesa a medida que iban desapareciendo para dejarla otra vez sola, sin darle tiempo a fijarse en ninguno de los rostros.

-Yo... yo... ¡Yo puedo! ¡Y lo haré!

Eleone entonces miró hacia atrás y vio como una enorme oleada de Sincorazón aparecía de la nada y una enorme escalera hecha de plataformas se formaba delante de ella y empezó a correr.

Corría todo lo rápido que le permitían sus piernas, no podía vencer a toda esa marabunta de criaturas, y ya no sentía el apoyo de esas siluetas que acababan de desvanecerse. La ascensión se hizo eterna hasta que alcanzó otra plataforma, en ella el dibujo era más inquietante pues la fallecida madre de la princesa descansaba en la postura contraria al anterior dibujo y portaba una Llave espada al igual que ahora la princesa llevaba una en sus manos.

-Madre...

Los Sincorazón aparecieron de todos lados rodeando a la princesa que ya no tenía escapatoria, aunque la simple visión de su madre, en esa postura tan valerosa con aquella arma le hizo tomar fuerzas y tomó una postura de batalla.

Entonces las sombras empezaron a caer sobre ella mientras las eliminaba tan rápido como podía para que no se acumularan, pero fue inevitable que acabaran por superarla y tirándose encima de ella la hundieron en el suelo, donde la Oscuridad empezó a tragársela.

-¡No! ¡No puedo perder!
-Y recuerda... La luz será tu gran aliada.
-¿La luz? ¿Mi luz?

Entonces una poderosa y brillante luz salió del cuerpo de la princesa eliminando a todas aquellas criaturas a la vez y la luz se formó delante de ella tomando la silueta de su madre que le tendió la mano.

-Ma... madre...
-Pero recuerda... No estás sola.

Eleone tomó la mano de su madre para levantarse y cuando lo hizo volvió a aparecer en su castillo, al otro lado de la puerta de la sala del trono.

-¡Eleone!
-¿Ma... madre?

El rey admiraba a su hija extrañado desde el trono, pues aunque había entrado corriendo en la sala, se detuvo de repente como si algo la hubiera pasado.

-¿Eleone?
-Padre.
-¿Qué ocurre?
-Lo he visto. Lo he visto. Yo, padre, lo he visto.

La princesa se acercó al trono de su padre flanqueado por sus dos más fieles soldados.

-Tenemos que hacer algo.
-¿Qué has visto hija?
-La Luz. La Luz de nuestro mundo, padre. Es la última que brilla.
-¿La última?
-Creo que nuestro Mundo es el único que resiste. Tenemos que hacer algo.
-No digas tonterías, hija. Solo ha sido un sueño.
-No, no lo ha sido.
-Tienes que descansar, hija. Alexander, por favor, acompáñala a su dormitorio.
-¡Padre no!

Y entonces el soldado más a la derecha del rey, Alexander, se acercó a la princesa para indicarle el camino a sus aposentos.

-Por favor, princesa.

Eleone no pudo evitar sentirse decepcionado y dándole la espalda a su padre siguió el camino que su guardián le había indicado. Una vez salieron de la sala del trono se volvió hacia él.

-Alexander, tú me crees, ¿verdad?
-Princesa, yo... solo soy un humilde servidor.
-Alexander, por favor, necesito tu ayuda, tenemos que proteger nuestro Mundo. Sabes que soy diferente, que mi Llave espada es diferente. Tiene que haber algún modo.
-Yo...
-Por favor...
-Hay... Hay... Vuestro padre me va a matar. Hay unas ruinas en el fondo del bosque de Cristal, ha sido saqueada hasta los cimientos, pero hay una extraña máquina que nadie ha podido encender y una pared que nadie ha conseguido destruir.
-¿Crees que...?
-Por favor, princesa, no hagáis ninguna locura.
-¡Tengo que ir! Puede ser nuestra única salvación.
-Tened cuidado.
-Lo tendré.

Eleone acarició el pelo de su guardián antes de lanzar un hechizo sobre sí misma y convertir su aspecto en el de un varón un poco más alto ataviado con ropas que tapaban hasta su poco varonil rostro.

-Gracias, Alexander.

La princesa saltó desde lo alto de una ventana directamente hacia la ciudad Eclissis.

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